sábado, 2 de abril de 2011

Renovarse o morir

El teatro no ha sufrido las consecuencias de la crisis. Así lo presentaba ayer Ana Blanco en los informativos, sección cultura. El teatro está más vivo que nunca. Y más cerca. Se llevan ahora las performance en las que el espectador ve el teatro como si estuviera hablando con su familia sentados a la mesa. Las nuevas tendencias teatrales llegan a los bares, con diferentes salas, donde se introduce un limitado (y no muy grande) número de espectadores en un rincón y se abre un telón sin telón. Entonces el espectador puede sentir la historia que le cuentan a escasos metros, sin barrera escenario-butacas, sin focos que dejan en sombra al ente oscuro que representan las butacas en un teatro. Cuando acaba se sigue aplaudiendo, se levantan los actores y se les felicita si se cree conveniente. Y el espectador sale y decide si quiere pagar (un módico precio de entre 3 y 12€, según sala y obra), por vivir otra experiencia que te salpique pero sin llevártela a casa con tus problemas, sino sintiendo dentro de la sala y quedándote con lo que más te llegue.
Cuando tanta sensación te satura, puedes entrar al ciclo preparado por los mismos actores, donde sales de un ascensor, por ejemplo, y no sabes dónde estás ni dónde hay nadie. Ya se encargan ellos de hacerte protagonista real de la historia de tu encuentro.
Y no digo más. Porque el teatro es capaz de todo esto. Y de más. Y no muere, y lo sabemos, y lo sabe. Ante la crisis, se crece, aunque sea haciéndose más pequeñito y más íntimo. No dice adiós y nosotros a él tampoco. Lo mejor es que todavía tiene que conquistar muchos territorios nuevos con los que conquistarnos a nosotros después. Que siga la magia...

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