domingo, 15 de mayo de 2011

Cuando el teatro te quita el sueño.

Jueves. Comienzo de la XIX Semana del teatro en San Vicente.
La prisa se comía las ganas de sentir. Hasta que llego, por fin, llego a la puerta del teatro con mi entrada medio VIP, y me mandan a sentarme en la última punta del Auditorio de San Vicente. La excesiva demora por mi parte, me hacen que llegue de las últimas a un lugar poco VIP, pero vale. Allí arriba, en la última esquina y en la última butaca de la pequeña sala cultural, veo cómo se abre el telón, y cómo un juego de luces que reina toda la partida de la obra, da comienzo a un espectáculo de risas y silencios. "El día que nació Isaac". El escenario se divide en dos mediante una línea imaginaria. Dos casas diferentes, dos parejas excesivamente distintas. O eso parece...

El encuentro de los dos muchachos de cada pareja, desata un desenfreno de sentimientos y necesidades, que hacen que la aparentemente "ordenada" vida de ambos compromisos se vaya dando la vuelta hasta verse en la postura que habían tenido siempre como opuesta. Desaparecen las máscaras y fluyen los personajes, que mantuvieron al público en continuo suspense hasta el último minuto de la obra. Un melodrama que no permite relax, una tragicomedia que te agarra por la solapa, tanto cuando la pareja iluminada actúa, como cuando la pareja en oscuro se petrifica.

La trama se enreversa cada vez un poco más hasta que da como resultado un final perfectamente lazado, con un bebé que lleva sobre su apellido el don de resolver todos los conflictos existentes, cada uno en una dirección.

Sobre el argumento no diré mucho más, sobre los actores... Me faltan las palabras. O me sobran. Que los cuatro actores de encima de escena te hagan escamar la piel, o que te pongan un nudo en el estómago mientras ves cómo se rompen llorando, o cómo manifiestan el deseo tan "tabú" con un par de... besos. Un trabajo actoral impecable, no cuando un actor te muestra su personaje sin barreras, te lo pone en frente y te hace conocerlo y entenderlo a la perfección. Sino cuando lo hacen los cuatro protagonistas.


La mejor sorpresa fue saber que cuando Denise, Marta, Nacho y Carmen se quedaron en el escenario, en ese recuerdo que los espectadores guardarán sobre las tablas del auditorio, bajaron Ricard, Diana, Félix y Cynthia, tan fuera de esos personajes que los convertían en mejor actores aún, tan atentos que fueron todavía mejores profesionales, tan sonrientes que se convirtieron en increíbles personas. Sentirse tan cómoda dentro y fuera sólo obtuvo como premio una noche de insomnio asimilando buenos recuerdos. Gracias. 




Ricard y Diana saludando a los lectores

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